domingo, 6 de abril de 2008

Yo (no) quiero a mi bandera

Ayer, en lo que fue su peor (y último) recital , hubo algo que vino a sacarme por un momento de la incredulidad y la tristeza de que Las Pelotas, después de esa noche, ya no existirían:
El imbécil de la bandera.

Un crackómano que tenía una bandera de los piojos, de esas que tienen un palo a modo de mástil portátil. Y la hacía flamear, siguiendo un dibujo imaginario un "8" acostado. Ininterrumpidamente.
Y la miraba fijo. Pero fijo. Él miraba su bandera fijo, embelezado, como si no fuera el último recital de las pelotas, como si no le importara que iban a estar los piojos, como si no hubiera más nada en el mundo que él y su puta bandera. Era un "8" monótono y eterno, que siempre estaba a no más de 20 cm. de mos ojos.

No había punto en la cancha de River en el que pudiera ubicarme sin que mis lentes de contacto corran el peligro de ser arrancados de un banderazo. Estaba ahí, tanto que por momentos llegué a sospechar que la bandera se alargaba proporcionalmente a la distancia que yo me alejaba.

Y no paraba. Ni un segundo. TODO el recital de Las Pelotas estuvo ahí. Todo, siempre a punto de entrar en mis ojos llorosos de la congoja.

Qué ganas de agarrar fuerte esa bandera puta y tirar para abajo.
Qué ganas de ir a gritarle "loco, ¿por qué no te dejás de romper las pelotas con esa puta bandera, la concha de tu madre, eh?" aunque su consumida mente no le permita interpretarlo.
Cómo esperé temas como Dios manda para ir a hacerlo mierda (y era increíble, porque la bandera estaba ahí pero su cuerpo estaba lejísimos)
Cómo lo odié.

qué carajo se fumó, debería decir, porque 4 horas después, en pleno recital piojoso, levanto la vista y ahí estaba, ese "8" monótono dibujándose en el aire, a lo lejos esta vez, seguramente molestando a otros pobres inocentes.

Ojalá que la madre piense que es un trapo que no sirve y la use para repasar los muebles.
Infelíz hijo de una gran puta.

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